miércoles, 4 de marzo de 2009

¿Quién está atravesando qué cosa?

“A través del abismo.” Millones de venezolanos festejaron con alegría que se aprobara el contenido del referéndum constitucional del pasado quince de febrero. La reelección indefinida de varios puestos públicos permite, es una opinión, la continuación de un proceso de cambios sociales y políticos con los cuales están satisfechos. Millones de venezolanos se sintieron decepcionados y lamentaron que se aprobara el contenido del mismo referéndum. La reelección indefinida permite, es otra opinión, una reinterpretación constitucional que deshace cualquier garantía contra el anquilosamiento de puestos públicos, y por ende, las políticas que desde tales puestos se articulan. Asimismo, y más importantemente para dicha opinión, la continuación de una serie de cambios políticos y sociales con los cuales no están satisfechos, sobremanera porque ni se están llevando a cabo para ellos, ni se les ha tomado en cuenta sus opiniones al momento de articularlos.

Los millones que están felices y satisfechos llaman lo que sucede desde hace diez años una “revolución.” Los millones que están preocupados e insatisfechos llaman lo mismo un “deterioro de la democracia.” Son contados los momentos históricos venezolanos en que tantos han sentido de modo tan distinto un mismo evento político. Lo sobresaliente es que ambas multitudes, sin ironías, sin contradicciones, y sin retóricas, están en lo cierto.

El término “revolución” se emplea para indicar: 1. - un movimiento en órbita o alrededor de un centro o eje; 2. - un derribo, mediante el uso de fuerza, de un gobierno u orden social a favor de un sistema nuevo; 3. - como un concepto marxista, la lucha de clases que se espera llevará a un cambio político y el triunfo del comunismo. En este sentido, la “revolución socialista” propuesta por el presidente Chávez es tanto una continuación de su intento fallido de golpe de estado (nuestro 2), como el establecimiento de un cambio social y político (nuestro 3) que multitudes de venezolanos entienden como un ajuste a las desigualdades de clase existentes en nuestra sociedad y, asimismo, como una promesa de una sociedad mejor, más igualitaria y más participativa. El descontento que este modelo de sociedad crea entre aquellos que no sienten que sus condiciones han mejorado (sino, por el contrario, empeorado), o entre aquellos que han sido excluidos del mismo porque ven los apuros que resultan de participar en el mismo de un modo que no sea reflexivo y crítico, es lo que también hace que podamos considerar la “revolución” en términos de nuestro 1: como una mera inversión de las condiciones iniciales en las cuales se inició la “revolución.” Los millones de votos que solidarizaron con el referéndum, y los millones de votos que lo condenaron, evidencian cómo hoy en dia vivimos en un Venezuela psicótica, en la cual cada mitad de la población existe casi enajenada de la otra.

El deterioro de la democracia que existe en Venezuela no radica en el hecho que se intente llevar a cabo una “revolución.” Desde siempre, las “revoluciones” no ja sido más que la búsqueda de la articulación de reformas, pero de modo expedito, acelerado y que demanda inmediatez. Solamente el apuro por la velocidad es lo que diferencia los cambios “revolucionarios” de las reformas “liberales”, para bien y para mal. Otros cambios sociales y políticos profundos, caracterizados por la inmediatez, también han sido llamados “revoluciones”: de esta manera, hablamos de la “revolución” iniciada por Gandhi mediante su llamado a la “resistencia civil”, que concluyo en la independencia de India; de la “revolución sexual” en la década de los sesenta y setenta que libero a mujeres y homosexuales en muchas naciones; del revolucionario movimiento de “desobediencia civil” ante la segregación racial en los Estados Unidos o el “apartheid” en Sur África; entre otras tantas “revoluciones”.

Lo que separa a estas “revoluciones” de la “revolución” que desde diez años se da en Venezuela es que el resultado de las mismas no fue el conflicto y la insuperable fractura de las sociedades en las cuales se dieron. Por el contrario, estas “revoluciones” alcanzaron a establecer el respeto por los derechos sociales y políticos plenos de aquellos que otrora fueran excluidos y marginalizados, e incluso la creación de nuevos derechos basados en el respeto a la diferencia.

El deterioro de la democracia en Venezuela radica no solamente en la pérdida del respeto a la diferencia, o en la vulnerabilidad de derechos civiles y políticos, o en la imposición constante de reformas y plebiscitos, los cuales en muchas ocasiones se llevan a cabo sin contar siquiera con una discusión publica y critica, sino principalmente en una “revolución” que, año tras año, culminando en una década, se ha desacelerado hasta el punto de considerar irrelevante la exclusión de, persona más, persona menos, la mitad del país que desea renovar. Esta experiencia de sentirse sin casa estando en ella, de sentirse mudo aún teniendo voz, de sentirse como un extranjero ahora que “Venezuela es de todos,” es lo que expresa la metáfora que es título de este blog.

Atravesarlo este abismo dependerá no solamente de recuperar el hogar, asegurarse que se nos escucha, exigir que se nos reconozca como venezolanos también. Dependerá asimismo de entender por qué para la otra mitad ni existen abismos ni sombras, cómo es que la “revolución” sí ha sido capaz de procurarles cambios (quizás poquísimos, pero los suficientes para aceptarlos como mejoras) que no se reducen meramente a “bozales de arepas”, sino que consisten de una novedosa inclusión social y política, el delirante sentimiento de estar participando en la mismísima Historia (sin dudas, una visión hiperbolizado en los movimientos marxistas y socialistas, pero característico de todos los movimientos políticos en realidad), y la preocupación incesante por el hecho que si la “revolución” cesara, las condiciones sociales y políticas de ahora volverían a las iniciales, a aquellas existentes antes de la “revolución”, donde quiénes atravesaban el abismo eran ellos.

Atravesar el abismo, pues, es tanto acepar el deterioro de la democracia en Venezuela había comenzado antes de la “revolución” (que la dichosa “revolución”, cambiándolo todo sin cambiarlo en realidad, solamente puso los abismos en evidencia), como aceptar el imperativo de divisar modos de constituir una nueva democracia venezolana que no solamente incluya a todos, sino que les brinde a todos la oportunidad de entender que el horizonte hacia el cual nos encaminamos como nación es, y necesitar ser siempre, un horizonte común. De lo contrario, solamente nos limitaremos a continuar atravesando abismos.

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