viernes, 13 de marzo de 2009

Chávez - Manual de Instrucciones I

Para ubicarnos en circunstancias semejantes a la que me gustaría que nos aproximásemos imaginemos una familia que compra algún aparato importante del hogar, como una lavadora.

Al cabo de un tiempo algunos miembros notan que su ropa no está limpia, otros aseguran que la lavadora funciona mejor que otras que han tenido anteriormente o que la de los vecinos. Con el tiempo las diferencias se hacen más intolerables; un sector familiar desea devolver el aparato, mientras el otro desea quedárselo más tiempo incluso de lo que conservarían cualquier electrodoméstico, tal vez para siempre.

La familia está cada vez más deteriorada. No sabemos si la razón es el aparato o el maltrato que han padecido las relaciones a partir del conflicto. Finalmente revisamos las instrucciones de uso de la supuesta lavadora. Misteriosamente no encontramos un simple manual, sino un rompecabezas.

Para quienes no estamos conformes con el producto, porque lo consideramos más dañino que beneficioso, nos queda la opción de armar el rompecabezas y tratar de entender la supuesta lavadora. No podemos devolverla porque una parte de nosotros está encariñada con ella, a pesar de que la ropa sucia se acumula. Entonces probablemente una de las cosas más sensatas que podemos hacer sea dedicarnos a desvelar "El Misterio Chávez", descubrir cómo se arma el rompecabezas, en la búsqueda de alguna clave para avanzar en un sentido productivo, en lugar de limitarnos a lamentar nuestra suerte.

Dos de las muchas características relevantes en el modo que tiene Chávez de influir popularmente son el exceso de polaridad y la movilización de elementos sombríos. Quiero subrayar que no me refiero ahora a características de la persona de Chávez, sino al efecto que tiene sobre el colectivo nacional. La combinación de ambas peculiaridades desencadenan importantes procesos en la población, muchos de los cuales son autónomos e inconscientes. Estas dos características y las consecuencias de su combinación deben ser comentados, para eludir las ambigüedades que suelen aparecer al tratar este tipo de temas.

Con exceso de polaridad me refiero a la dificultad para vislumbrar, concebir o ubicarse en la zona del punto medio de un continuo, es decir, la espontánea preferencia por alguno de los polos y el rechazo lapidario del contrario. Es un proceso bastante frecuente en fenómenos masificados. Estoy seguro de que podremos recordar ejemplos en la historia política mundial, en el que un grupo se ubica en uno de los polos existentes y descalifica al opuesto, dejando poco o ningún margen para el diálogo. No es la primera vez que escuchamos que Chávez ha sido un elemento polarizante de la sociedad venezolana, creando diferencias donde no las había y extremándolas hasta blindar la posibilidad de reconciliación. Dudo que un líder pueda "crear" diferencias de la nada, los líderes canalizan, eficientemente o no, vivencias populares que reclaman expresión. La polarización se refleja entonces, en la imposibilidad de oficialismo y oposición para reconocer la validez del otro. La distancia psíquica entre nosotros es tal que sencillamente no nos vemos, escuchamos o entendemos.

Es sobre esta estructura que los fenómenos de proyección sombría germinan, casi siempre revistiendo serios peligros. El tema de "la sombra" es extenso e inabarcable en estas líneas, de manera que cabe especificar a qué me refiero en este caso y por qué resulta relevante, haciendo uso de simplificaciones que serán siempre tan limitadas como necesarias. Una esquematización válida podría remitir lo sombrío a la experiencia de la enemistad. Funcionalmente hablando el individuo o colectivo identifica en "el otro" aquello que menos acepta de sí mismo, vertiendo su odio sobre la imagen del enemigo, así como la responsabilidad de la mayoría o la totalidad de sus males, y muchas veces suponiendo que la aniquilación de la sombra traerá la libertad, la felicidad o la recuperación de algún paraíso perdido. Apreciamos como la polarización y la proyección de elementos sombríos pueden encadenarse: se distancian aspectos o sectores incómodos y luego se embisten de un tono afectivo negativo, haciéndoles culpables de toda calamidad. Recordemos que resumimos al máximo intrincados procesos para hacerlos transmisibles, la realidad siempre es más colorida y compleja.

En términos cotidianos es lo que hemos experimentado al sentir que Chávez facilita que sus adversarios le vean como la encarnación del mal; y que quienes le apoyen conciban a sus contrincantes a su vez como demonios.

Dudo que se trate de una estrategia política planificada y conciente. Pero con esto entramos al comentario de algunas de las características de Chávez como figura publica, tema que desarrollaremos en la próxima entrega.

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