sábado, 3 de marzo de 2012

Fraude Electoral - Cómo robar una elección

Los fraudes electorales se han vuelto más inteligentes, pero la política sucia es una preocupación mayor [1]

Fue otro buen día para el Partido de los Trabajadores de Corea del Norte. El 24 de julio de 2011, en medio de la música y el sonido de gongs, el difunto Kim Jong Il atravesaba una gran multitud que esperaba en las colas para emitir su voto en las elecciones locales del país. Como todos los demás, él votó por el partido gobernante, cuyos 28.116 candidatos fueron elegidos sin oposición con una participación del 99,97%.

A pesar de que casos extremos como este se limitan al puñado de paraísos de los trabajadores que todavía sobreviven, el fraude electoral está lejos de desaparecer. Alexander Lukashenko, el autócrata bielorruso, incluso lo ha admitido públicamente - afirmando que había ordenado que el resultado de la elección presidencial de 2006 fuera ajustado con el fin de evitar una victoría masiva. De los setenta y tanto estados que celebran elecciones nacionales en 2012, Freedom House, señala que sólo cuarenta de estas pueden ser consideradas como "democracias electorales"completas.

En buena medida, sin embargo, la tecnología y la presencia de observadores externos complican el fraude electoral, lo que obliga a los políticos tramposos a trabajar más inteligente y arduamente. La mayoría de los manipuladores hacen sólo un uso moderado de fraude flagrante el día de las elecciones, dice Sarah Birch de la Universidad de Essex. Ella comparó los informes de observación de 136 elecciones celebradas entre 1995 y 2006 y encontraron que una táctica más frecuente es la de modificar las leyes electorales, a menudo como un medio de disuadir a los candidatos de la oposición o el cambio de circuitos electorales para obtener victorias absolutas (Youssou N'Dour, un famoso músico que esperaba participar en las elecciones presidenciales de Senegal el 26 de febrero, fue eliminado de las elecciones por un tecnicismo.)

También son más frecuentes los intentos de influir en los votantes - a menudo mediante la compra de votos, utilizando los recursos del Estado en la campaña, y la explotación de los medios de comunicación parcializados. Esos son trucos más difíciles de detectar y menos propensos a enfurecer al público. Votantes con espíritu de servicio público pueden fotografiar las irregularidades en los centros de votación con teléfonos inteligentes, pero no el abuso de las reglas de financiamiento de campañas electorales. "La gente no suele salir a las calles para protestar contra el sesgo de los medios de comunicación", señala Sarah Birch.

Algunos intentos de fraude se disimulan detrás de una incompetencia fingida. Judith Kelley de la Universidad de Duke analizó informes del gobierno estadounidense sobre más de 1.000 elecciones celebradas entre 1980 y 2004. Las formas más flagrantes de fraude se registraron, en promedio, en alrededor del 40% de las votaciones, pero el mayor aumento de las denuncias se referían a la administración electoral. Las papeletas de voto eran escasas, las listas de votantes tenían errores y las largas colas en los centros de votación distorsionan las elecciones tan eficazmente como la quema de urnas y los sobornos. Sin embargo, es probable que los observadores electorales sufran un severo regaño si la línea entre alteración y corrupción no es clara.

Casi 80% de las elecciones se realizan bajo el escrutinio de al menos algún tipo de observadores internacionales, mucho más que el 30% reportado en 1989, dice Susan Hyde, de la Universidad de Yale. Los observadores nacionales electorales también son cada vez más numerosos y más profesionalizados. Estos monitores locales están en mejor posición de registrar las manipulaciones previas a las elecciones que los grupos pequeños que vienen del extranjero. Y un mayor número de observadores el día de las elecciones (en especial aquellos con teléfonos inteligentes y tablets) hacen posibles técnicas de detección de fraude más completas, que incluyen el "conteo rápido" - una práctica efectiva, pero que requiere gran cantidad de recursos que compara los resultados declarados en los centros de votación con los tabulados de manera centralizada por los los funcionarios electorales.

Cegando a los observadores

Ahora los propios observadores se han convertido en un objetivo para los manipuladores de elecciones. Estos pueden ser objeto de intimidación, sabotaje (las puertas atascadas con pegamento, por ejemplo, en Rusia) o la manipulación. En 2007 la embajada de Kazajstán en Washington trató de llenar una misión de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, un equipo internacional de supervisión, con personal que le resultara amistoso.

Otro truco es invitar a varias misiones de observadores. Los observadores tienen diferencias una tercera parte del tiempo, indica Judith Kelley, y algunos organismos son siempre menos rigurosos que otros. Rusia, Kenya y Zimbabwe han aprovechado estas diferencias. Los monitores enviados por la Comunidad de Estados Independientes (una firma post-soviética de maletín con sede en Minsk) han validado resultados de elecciones, incluidas las de Ucrania y Bielorrusia, que habían sido críticadas por instituciones de reputación. Instituciones de alta credibilidad pueden boicotear las peores elecciones, pero tales distanciamientos sirven de poco si grupos de dudosa reputación asisten en su lugar.

Los investigadores renuentes o incapaces de asistir a las mesas electorales son cada vez más atraídos por métodos estadísticos de detección de fraude. Un principio que se conoce como la ley de Benford (aunque descubierto por un autodidacta llamado Simón Newcomb) muestra que conjuntos de números que ocurren naturalmente, como el número de votantes en los centros de votación, tienen patrones distintivos que los números manipulados rara vez poseen. No obstante, manipuladores de elecciones preocupados por tales cosas podrían tratar de comisionar una contramedida a un matemático amigo.

Con tantas posibilidades para la manipulación sutil, puede parecer extraño que el fraude el día de las elecciones siga siendo tan popular. Quizás el fraude electoral es una marca distintiva de los sistemas políticos fallidos, donde funcionarios locales corruptos recurren instintivamente a esta mala práctica de forma natural. O tal vez, ya que las estrategias inteligentes pueden fallar, llenar las urnas con votos falsos es un seguro. Los políticos en las democracias fallidas están aprendiendo lo que los líderes de las democracias reales han sabido por mucho tiempo: sólo se puede engañar a algunas personas, y sólo por algún tiempo.


[1] Election fraud: How to steal an election - http://www.economist.com/node/21548933