jueves, 23 de abril de 2009

Cuando la letra no entra a pesar de la sangre.

Chávez ha sido el primer y más duro profesor de la oposición.

Cada error que ha cometido la oposición ha significado un re-fortalecimiento del proyecto revolucionario. El paro petrolero, el retiro de las candidaturas parlamentarias hace unos años, las innumerables divisiones internas. Casi cada movimiento ha resultado incorrecto y aprovechado por el gobierno para profundizar su poder.

Son fracasos cuya lectura reflexiva es el áspero aprendizaje del contacto con la realidad. Adicionalmente es una ayuda invaluable porque evita que la oposición caiga en atajos que, a la luz de la evidencia, resultan ineficientes o contraproducentes.

Chávez sólo se irá cuando maduremos una alternativa adecuada. Desgraciadamente hasta ahora no ha existido ni siquiera el proyecto de tal alternativa. No ha habido mucho más que desesperación, borradores reactivos al discurso semanal, vacuo y desconcertante del presidente, denuncias acaloradas y mal planteadas, en medio de ese odio apasionado, absoluto y extremo que empaña todo argumento.

A pesar de los errores, los despropósitos y el evidente empeoramiento en la vida del venezolano (que al fin y al cabo es lo que importa) el presidente ha ayudado a la oposición a madurar, a adoptar una postura más política y no solo a reaccionar lastimosa y malcriadamente. Aunque es cierto que es un camino que apenas empezamos y que desconocemos.

La oposición no tiene más que hacer conciencia de su ubicación para dejar de ser simple “oposición” y convertirse en un constructor de soluciones. Pero ¿cómo apagar el fuego y al tiempo atacar aquello que lo origina? Éste es el dilema ¿Cómo denunciar los cada vez más evidentes abusos de poder sin descuidar la elaboración de un proyecto alternativo de gobierno?

En especial ante la simple pero efectiva estrategia chavista: Cuando los sectores oficiales necesitan presionar a la oposición y desbaratar cualquier semilla política medianamente elaborada, sólo tienen que dejar emerger sus intenciones poco democráticas, es decir, dejar caer pasivamente su naturaleza agresiva y violenta. Cosa que genera el escándalo del opositor, la reacción desordenada y la desesperación por transmitir una denuncia que sentimos suficiente para salir del problema en un solo movimiento. Chávez ha de reírse desde arriba mientras nos desbocamos por convencer a la gente de lo evidente. Porque nos debilitamos como opción alternativa si nos limitamos al reproche. De este modo suceden dos cosas:

Uno: la colectividad se cansa de otra acusación que termina en nada. La denuncia en general va perdiendo fuerza comunicativa y el ciudadano reacciona cada vez menos ante la evidencia del abuso. Y dos: queda abonado el terreno para que el círculo se repita, es decir, para que el siguiente abuso resulte casi avalado por la exasperación infértil de la oposición. Entendamos que es un asunto de guiones repetidos; no hacemos más que jugar en el terreno chavista y ser un perfecto compañero de baile.

Resulta vital adoptar cierta perspectiva y ubicarse en dos localizaciones al mismo tiempo: la denuncia ponderada, objetiva, ordenada y constante; que no asume que el problema se resolverá a corto plazo, sino que deja claro que siempre existirá vigilancia y crítica opositora. Y la construcción de una propuesta creativa y democrática en Venezuela. Un proyecto que no se fundamente sencillamente en odio contenido y desesperación por años de abusos; sino en ideas políticas y sociales que ayuden al venezolano a vivir mejor.

Ha de ser una prioridad opositora la coordinada y delicada elaboración de esta alternativa, en lugar de permitirse caer en la trampa del alarmismo ante las ilegales políticas oficiales. Parte de la labor de denuncia puede ser relegada incluso al mismo chavismo, que, dada la coyuntura económica, más pronto que tarde empezará a ejecutar canibalismo interno.

La respuesta ante los abusos ha de ser cada vez más una propuesta gubernamental distinta y cada vez menos un movimiento expresivo de crispación. Mientras antes retome la oposición los métodos y el discurso democrático y republicano antes lo hará el país en general. Con lo cual será mucho más sencillo hacer contrapeso a la absolutista dinámica autocracia-obediencia en la que estamos participando todos sin saberlo.

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