sábado, 9 de julio de 2011

Un país de haraganes, pícaros, ineptos, violentos e inmorales

"Es así como nos han persuadido de que no hay peor país que Venezuela, que somos haraganes, pícaros, ineptos, violentos e inmorales”.

Esas fueron palabras de Roberto Hernández Montoya, presidente del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Celarg) y orador de orden de la Sesión Solemne efectuada en la Asamblea Nacional (AN) para celebrar los 200 años de la Independencia de Venezuela.

Hay algo de cierto en estas palabras? Acaso los venezolanos nos sentimos como seres inferiores?

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Mucho se ha hablado del problema de la identidad nacional. Algunas personas, con el típico humor venezolano, hablan de un país de peloteros, misses y petróleo. Otros, víctimas de delirios épicos y militaristas, siguen obsesionados con batallas y hazañas que se remontan a hace más de siglo y medio. Peor aún, tratan de ganar favores con escapulario ajeno, como si ellos mismos fueran los descendientes directos o herederos exclusivos de los héroes de la independencia.

En lo personal no siento que seamos una nación de "haraganes, pícaros, ineptos, violentos e inmorales". En todo caso, en cualquier país se pueden encontrar personajes propios de una crónica policial poblando las cárceles alrededor del mundo. Venezuela no es la excepción.

No obstante, si creo que, por esos giros crueles del destino, en nuestro país esa casta de "haraganes, pícaros, ineptos, violentos e inmorales" no se encuentran sólo en las cárceles, como correspondería en cualquier país decente, sino ocupando cargos de gobierno.

En Venezuela existe gente decente y digna de admiración, no me queda la menor duda de ello. He tenido la oportunidad de conocer y aprender de muchas mujeres y hombres ejemplares, nacidos y educados en Venezuela, por lo que puedo dar fé de su existencia. Y no son una minoría o una rareza estadística. De lo contrario, Venezuela no existiría hoy en día. Que lamentablemente estas no sean las personas que rigen los destinos de nuestra nación es otro tema.

Esa crisis moral que permite a ciudadanos de dudosa moral ascender al poder es la verdadera crisis que se debe superar, no una crisis imaginaria de autoestima e identidad presuntamente impuesta por factores externos. Parafraseando a San Agustín: Un gobierno sin ley no es más que una banda de ladrones.

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