lunes, 18 de enero de 2010

ya tocamos fondo?

Estamos mal. Bastante mal. El sistema eléctrico y el sistema de acueductos están al borde del colapso y sometidos a los caprichos del clima como consecuencia de la falta de planificación y ejecución. Las deudas de PDVSA han crecido hasta cuadriplicarse mientras la producción petrolera declina y el resto del aparato productivo - incluyendo la industria siderúrgica se atrofia.

Hace 10 años pensabamos que no podíamos estar peor? Y miren donde estamos ahora!
Estamos mal ahora, pero siempre puede ser peor. No estamos todavía en nuestro punto más bajo, aunque parece que el gobierno hace su mejor esfuerzo para llevarnos hasta allá lo más pronto posible.

El país lleva 30 años en crisis. La crisis institucional de Venezuela no nace en la última década; se remonta a finales de la década de los 70, cuando la bonanza petrolera desencadenó dos problemas que hasta el día de hoy no se han resuelto: la enfermedad holandesa y la corrupción crónica.

Ambos son problemas clásicos de los estados petroleros. El primero es producto de una mala administración de los altos ingresos petroleros, que hacen que ingrese una cantidad de dinero inmensa al país y producen inflación. El segundo es producto de una sociedad inmadura con una democracia débil, en la que las relaciones personales y el nepotismo tienen mayor importancia que las leyes o las instituciones.

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El primer problema no es difícil de remediar. Un fondo de estabilización represaría el superávit petrolero y permitiría además ahorrar para la época de las vacas flacas. De hecho, desde la década pasada se introdujo ese mecanismo en el estado venezolano y funcionó con cierta seriedad en sus comienzos. Quizás su éxito se debió a que era la época de las vacas flacas.

Aunque el fondo de estabilización es una buena idea, sólo funciona si el gobierno no lo use cada vez que necesite subir su popularidad. Si el criterio de uso del fondo de estabilización es el populismo, entonces el fondo no servirá para nada. Eso es lo que ha pasado desde hace unos años, cuando una asamblea (irresponsable) decidió que era buena idea dejar al arbitrio de una persona (que depende de su popularidad) el control de ese dinero. Con la consecuencia de que no sólo se han gastado buena parte de esos ahorros, sino que además se ha pedido prestado (y regalado) dinero cómo si nos fueramos a ganar la loteria todos los días.

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El segundo problema es mucho más complicado. Corrupción no sólo se limita al enriquecimiento ilícito, sino también está relacionado con el tráfico de influencias. Pero, cómo cambiar la forma en que se hacen las cosas en todos los niveles del país?

El nepotismo es la cara más evidente del tráfico de influencias y es una práctica corriente en nuestro país. Concursos de oposición. Contratos y licitaciones. Cargos de confianza. Son raros los casos en que el nepotismo no es el factor determinante para hacer negocios o contratar a una persona. En todos los niveles de la sociedad sucede eso. Cómo combatir contra eso cuando es una práctica común? Cúal es el límite de lo permitido?

Algunos dirán que eso también sucede en otros países: en Alemania se le dice Vitamin B, en los de habla inglesa lo llaman cronyism y para los franceses es copinage. Así se puede ver como Jean Sarkozy, el hijo del presidente de Francia, es postulado a un cargo para el cual difícilmente está calificado, o como el nuevo comisionado de Alemania en la UE, Günther Oettinger, arrastra consigo acusaciones de tratar de beneficiar con contratos cuestionables a contribuyentes de su campaña.

Es evidente que estos casos no justifican lo que sucede en Venezuela. Pero cómo combatir estas prácticas tan comunes y aceptadas entre los venezolanos? Cómo combatir contra esto cuando es un hecho público y conocido de que una alta funcionaria de la Asamblea Nacional usa sus privilegios para emplear a docenas de familiares en las oficinas del poder legislativo?

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Este gobierno tiene ya once años. Las mejoras económicas son un mero espejismo que acabará cuando la bacanal petrolera llegue a su fin, pero todavía seguimos esperando que se acabe con la corrupción, venga esta en la forma de enriquecimiento ilícito, malversación de fondos, abuso de poder o tráfico de influencias.

Las cosas están mal. Y no mejorará mientras no se cambien la forma en que hacemos las cosas. Si se quiere un nuevo comienzo que nos permita dejar atrás estos 30 años de dificultades, es necesario entrar al gobierno escoba en mano y limpiar la casa. Sé que tenemos muchos problemas que atender, pero el primer paso debe ser este. Sin este paso fundamental, no saldremos del abismo.

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